Es una herramienta que se utiliza en unas 300 clínicas a lo largo de 20 países para diagnosticar posibles problemas de aprendizaje en niños de entre 6 y 16 años.
La iniciativa empezó con la certeza de que el aula tenía que aportarle al niño las necesidades que éste presentaba y no salir de clase para recibir una determinada ayuda. Los niños que no tienen ninguna NEE pueden usarlo igualmente, pues cada uno es distinto y tiene unas velocidades y unas necesidades diferentes según quién sea.
Imagen extraída de https://www.zazzle.es |
A lo largo de las prueba van apareciendo diferentes distractores, desde la sirena del colegio, un coche que pasa por la calle, un niño que habla al lado, otro que tira una bola de papel, dos niños que se pasan una nota entre ellos… “Son cuestiones que pueden aparecer en cualquier clase y que nos permiten comprobar si los niños, con la presencia de estos distractores, son capaces de prestar atención”, apunta la psicóloga.
Toda la información que se recoge permite saber, por ejemplo, si el menor funciona mejor de manera auditiva o visual, o aprende más con presencia de distractores o sin ellos, es decir, si trabaja mejor en un entorno tranquilo y silencioso o cuando algo le estimula o le despierta. “Vemos cómo aprende mejor o cómo presta más atención para aprovechar esa capacidad y tratar de usar técnicas para mejorar su aprendizaje”, explica Iradi."
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